En búsqueda de un anclaje en las expectativas económicas
Esto supuso un éxito en la contención de la propagación del virus y acrecienta la posibilidad de volver a activar la economía -en la medida de lo posible- una vez se reduzcan las amenazas de nuevo rebrotes. Además, el apoyo monetario y fiscal de los bancos centrales, de las entidades supranacionales y de los diferentes gobiernos en todo el mundo fue determinante a la hora de reducir la magnitud del impacto económico que provocará el coronavirus, en particular sobre los activos cotizados.
Sin embargo, la realidad económica dista (y mucho) de la recuperación de los precios de los activos financieros. Las previsiones sobre la evolución macroeconómica realizadas por los principales organismos supranacionales permanecen rodeadas de “una incertidumbre extrema” tal y como señalaba el Fondo Monetario Internacional. En este entorno, el FMI prevé una caída del PIB de la zona euro para 2020 del orden del -7,5 % con una posterior recuperación parcial en 2021 equivalente al 4,7 %; en Estados Unidos, la evolución del producto interior bruto para el presente año y el siguiente sería del -5,9 % y del 1,7 %, respectivamente; y en China, el organismo presidido por Kristalina Georgieva estimó un crecimiento del 1,2 % y del 9,2 %. Por otro lado, merece la pena señalar que durante las últimas semanas se produjeron severos recortes adicionales en las previsiones del consenso de analistas para el presente año y se descartó la posibilidad de una recuperación en forma de “V” como inicialmente se preveía.
En materia monetaria, el BCE anunció varios paquetes de medidas para combatir los efectos derivados de la paralización de la economía. En primer lugar, anunció la inyección de 120 000 millones de euros a través de compras de activos que se añadirán a los 20 000 millones de euros mensuales que estaban vigentes previamente a la irrupción del virus. A posteriori, lanzó un programa de compra de activos por importe de 750 000 millones de euros hasta finales de 2020, equivalente al 6,3 % del PIB europeo, además de relajar los requisitos con respecto a la elegibilidad de los colaterales. De forma similar, la Reserva Federal rebajó los tipos de interés de referencia hasta situarlos en niveles del 0-0,25 %, además de anunciar un compromiso de compra de activos en la cantidad que sea necesaria -un QE ilimitado-. Por otro lado, la Fed anunció varias nuevas inyecciones, que sumarían 2,6 billones de dólares en su conjunto, destinadas a apoyar a las pequeñas empresas y consumidores y, por primera vez, también a estados, ciudades y municipios. En este sentido, J. Powell aseveró que espera una rápida recuperación económica una vez finalizada la crisis del virus y, además, confirmó que no retirará los estímulos de forma precipitada. En esta vorágine de estímulos monetarios, los gobiernos no se quedaron al margen y reaccionaron de forma fulgurante al anunciar paquetes fiscales (directos y en forma de avales) de diversa índole y tamaño.
El repunte en el optimismo inversor durante el mes de abril no se tradujo en caídas de precio de los principales bonos gubernamentales de referencia, tradicionalmente considerados como activos refugio, ya que estos o bien se mantuvieron en niveles similares a los del cierre de febrero, o bien siguieron estrechando sus rendimientos. El bono a 10 años de Alemania amplió 2 P.B. para situarse en el -0,59 % a 30 de abril. El Treasury 10Y estadounidense estrechó su rendimiento en 51 P.B. hasta alcanzar niveles del 0,64 % al cierre del periodo. Por último, el bono a 10 años español amplió en 44 P.B. al estar más castigado por el impacto de la crisis y contar con una situación financiera menos holgada que otros países.
Finalmente, en el plano empresarial y tras haberse publicado la gran mayoría de los resultados del primer trimestre, varios datos empiezan a mostrar la severidad de la actual crisis, especialmente en aquellas regiones cuya afectación fue más prematura. Por ejemplo, en China, los beneficios de las compañías no financieras han caído en el primer trimestre un 51 % en términos interanuales. En el caso europeo, a falta de finalizar la temporada, las ventas han descendido más de un 6 %, mientras que los beneficios por acción se han desplomado por debajo del -20 % debido a la fuerte penalización de sectores ligados al ciclo económico como petróleo, materiales básicos, financiero o consumo. Por último, en EE. UU., región castigada a posteriori, las ventas han crecido ligeramente, mientras que los beneficios han caído alrededor de un dígito alto, un impacto más favorable gracias a la composición del índice y la preponderancia de cierta tipología de compañías como las denominadas FAANG, las cuales, lejos de sufrir, están beneficiándose de un aumento en la demanda de sus productos.
Las subidas generalizadas de los principales selectivos durante el mes de abril no lograron compensar las abruptas caídas del mes de marzo. El Euro Stoxx 50 retrocedió un -12,1 % durante los dos últimos meses y situó su rendimiento anual en el -21,8 %. En España, el IBEX 35 cayó un -20,6 % para alcanzar el -27,5 % desde el cierre de 2019. En EE. UU., el S&P 500 registró un descenso del -1,4 % en marzo y abril y del ‑9,9 % en lo que va de año. Por su parte, el Dow Jones Industrial Average y el Nasdaq situaron sus rendimientos en el -4,2 % y el 3,8 %, respectivamente, logrando rentabilidades acumuladas del -14,7 % y del -0,9 %. Finalmente, el desempeño de los mercados emergentes, medidos a través del MSCI Emerging Markets, ha sido equivalente al -8,0 % en el periodo y del -17,0 % desde que se inició el año. Por otro lado, el precio del petróleo se vio afectado por la tormenta perfecta al producirse un shock en la demanda derivado de las medidas de confinamiento, así como un empeoramiento de las perspectivas económicas y una falta de acuerdo entre los miembros de la OPEP+, por lo que cayó hasta un -57,9 % entre el cierre de febrero y el de abril. A colación, merece la pena mencionar que el precio del barril de WTI llegó a situarse en terreno negativo, algo insólito hasta el momento. Por su parte, el oro ha subido un 11,5 % en lo que va de año. Por último, el cambio euro-dólar se situó en 1,0955 a 30 de abril desde el 1,1213 de cierre de 2019.