Cocinando una vida más plena e independiente
Desde hace 3 años, la Fundación Caja de Ingenieros colabora con Sant Pere Claver en el servicio de Apoyo a la Vida Independiente, que está pensado para acompañar a estas personas en procesos de cambio, emancipación y crecimiento personal.
A este espacio se acercan personas con problemas de salud mental o discapacidad intelectual leve que quieren generar algún cambio en su vida para hacerla más autónoma, más plena. ¿Y qué quiere decir esto? Esta es la pregunta que se hace a cada persona cuando llega. El servicio tiene como base la flexibilidad: adaptarse a cada objetivo, a cada necesidad, a cada sueño.
Hay personas que viven con los padres y quieren emanciparse, o cambiar dinámicas sobreprotectoras que aminoren su independencia. Personas que desean poder salir de una residencia, y otros que no quieren dejarla, pero sí plantear cambios para ganar más autonomía y libertad, como, por ejemplo, poder decidir y cocinarse su propia comida. Personas que tienen retos como empezar a hacer ejercicio, hacer un cambio de dieta o abrir una ventana en su vida y ampliar la red social después de tiempo de aislamiento.
Cada situación es única, pero tienen una cosa en común: la dificultad para tener la posibilidad real y efectiva de hacer un camino hacia una vida con más capacidad de decisión y autonomía. “Lo que hemos descubierto en Sant Pere Claver es que muchas veces el obstáculo principal no es personal ni del mismo trastorno, sino las resistencias que ponemos desde fuera: el talante paternalista de los profesionales de la salud, las dinámicas familiares establecidas o los propios mecanismos del sistema sanitario”, explica Eshel, el coordinador del servicio.
Conseguir una plaza en una residencia, por ejemplo, puede costar años. Por ello, si un usuario quiere soñar o empezar a trabajar hacia un camino para salir en unos años e ir a un piso compartido, se encontrará seguramente con las resistencias de la familia, porque se arriesga a perderla. Por eso tenemos que entender la preocupación de la familia, pero también saber acompañar, dar apoyo y herramientas a esta persona. Capacitarla para ser más autónoma.
El acompañamiento del servicio tiene dos formas principales: una es la individualizada, en la que un profesional acompaña para explorar en qué punto se encuentra el usuario y hacia dónde quiere ir, haciendo una hoja de ruta con actuaciones concretas; la otra es un espacio grupal, en el que se trabajan capacidades y competencias prácticas con talleres como el de gestión económica, el de habilidades sociales y comunicativas o el de cocina, este último dinamizado por Rosa, antigua usuaria del servicio y ahora voluntaria. El círculo perfecto: de la recuperación a la inclusión.
Voluntariado inclusivo: el taller de cocina de Rosa
Rosa llegó al servicio de Apoyo a la Vida Independiente con el objetivo de estabilizarse con su trastorno y explorar nuevas actividades y motivaciones. “Empezar a tener ganas de hacer cosas”, nos dice ella. Después de un año de trabajo, centrado sobre todo en la autoestima y la confianza, surgió la oportunidad: dar el taller de cocina con adolescentes usuarios del Hospital de día. Un reto importante para cualquier persona.
Hicieron la prueba, y al ver que se entendían y que tenía la capacidad para conducirlo, lo sacaron adelante, y después también lo ampliaron a un taller para adultos. En el taller estudian cada día una receta, van juntos a comprar al supermercado -trabajando a la vez competencias de gestión de los recursos y habilidades sociales- y después cocinan todos juntos.
Actualmente, Rosa va dos días a la semana al centro a hacer el taller, más otro día como usuaria del gimnasio. No obstante, es muy consciente del impacto positivo que tiene el voluntariado en su vida: “Aquí vengo un día a trabajar y un día para mí, pero los otros días también”. La posibilidad de ser significativo en la vida de otro, apreciar la capacidad de ayudar, dar valor a lo que uno puede ofrecer, practicar el compromiso y la constancia... Todos son ingredientes estrella para disfrutar de una vida plena y con sentido. Fuentes de salud y bienestar.
Para los usuarios del taller, el hecho de que la persona voluntaria tenga un diagnóstico de salud mental enriquece la experiencia. Especialmente para los adolescentes: ser conscientes de que la persona voluntaria es tan frágil como capaz humaniza la relación y les hace tener un mayor grado de responsabilidad como usuarios. Y, a la vez, el voluntario es un modelo de superación que empodera para encontrar el propio camino.
Lo mejor es que el caso de Rosa no es aislado. El servicio es posible gracias a las aportaciones privadas como la de la Fundación Caja de Ingenieros y al voluntariado. Por sorpresa, muchos de los voluntarios son, al mismo tiempo, usuarios o antiguos usuarios, y cada aportación es significativa para ambas partes.
El servicio de Apoyo a la Vida Independiente no pretende tener la respuesta a todas las preguntas. Siguiendo la base de la adaptación a cada persona y la misión de integración en la comunidad, se acompaña a los usuarios para encontrar el espacio más adecuado si la oferta interna no es suficiente, ya sea en otro servicio de salud mental o fuera a la comunidad, desde un centro cívico o un gimnasio hasta a empezar a estudiar en la universidad.
Y en cada caso, detrás encontramos el dilema que relaciona siempre las necesidades de protección frente a la autonomía. “Se trata de calibrar los riesgos y asumir juntos las implicaciones. Es un camino lleno de retos, pero también muy apasionante.” La autonomía nos posibilita, a todos, a construir una vida más plena y con sentido, y eso es positivo para toda la sociedad.
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