La magia de los bosques está en todo lo que nos aportan
Cuando hablamos de bosques, la edad es importante. Aunque en poco más de un siglo la superficie forestal ha pasado de un mínimo a un máximo histórico, en este proceso han sobrevivido poquísimos bosques maduros o viejos. Estos bosques -con árboles centenarios y una gran diversidad de especies animales y vegetales- son como el “casco antiguo” del medio forestal y tienen una importancia vital en funciones como regular los ciclos del agua, conservar los suelos más profundos y fértiles y ser reservorios de biodiversidad. En definitiva, los bosques maduros cuidan de la salud, el bienestar y la seguridad de las personas.
Otro de sus grandes poderes es ayudarnos a mitigar el cambio climático y a adaptarnos a sus efectos. Por un lado, almacenan enormes cantidades de carbono que se liberarían a la atmósfera en forma de CO2 si estos se talasen. Y a la vez, son una vía para la adaptación, sobre todo por la regulación de los ciclos hídricos (funcionan como esponjas evitando inundaciones) y por ser verdaderos laboratorios en la investigación de las dinámicas naturales autorreguladas (podemos aprender mucho de su manera de adaptarse al cambio climático).
Estos procesos son lo que se llaman servicios ecosistémicos. Aunque es una palabra moderna, explica lo que ha pasado durante siglos: los bosques siempre han sido venerados como seres ancestrales de protección del pueblo. Es ahora cuando más desconectados estamos de la naturaleza y es necesario tomar consciencia y medidas. Esta es la razón que llevó a Jaume Hidalgo a fundar Sèlvans, una asociación de personas que trabajan para preservar los bosques más singulares, implicando a sociedad y empresas para hacerlo. La Fundación Caja de Ingenieros colabora desde hace 7 años con esta asociación, siendo una alianza clave en nuestro compromiso con la sostenibilidad y el medioambiente.
Bosques alquimistas
Además de todo lo que aportan, la magia también está en el cómo lo hacen. Para todo esto suceda, solo hace falta dejar a estos bosques a dinámica natural, es decir, dejarlos ser y dejarlos hacer. Un bosque antiguo es un ecosistema que se autorregula sin necesidad de la acción humana. Así despliega todo su potencial y crea, como alquimistas, todos estos bienes y servicios para el planeta.
Para asegurar este proceso natural, Sèlvans elabora mecanismos como la Reserva Forestal Privada, un contrato con el que los propietarios de estos bosques se comprometen a “no tocarlos” y con el que se obtienen beneficios económicos y fiscales que compensan esta no tala con la que ganamos todos. Siguiendo con la analogía del “casco antiguo” de un espacio urbano, “¿a que a nadie se le ocurriría derribarlo para venderlo a peso?”, explica Stefan de Sèlvans. De hecho, hacerlo supone perder la biodiversidad y sus servicios asociados durante más de un siglo.
Otro de los proyectos de Sèlvans es la creación de una red de bosques terapéuticos, una experiencia inspirada en los “shinrin-yoku” de Japón y pionera en Europa. La comunidad científica, bajo el concepto de “medicina forestal”, investiga cómo las características físicas y bioquímicas de los bosques más naturales aportan beneficios al organismo tanto a nivel físico como psicológico.
Can Fornaca (Caldes de Malavella) es el primero de estos bosques y se ha implementado con el patrocinio de la Fundación Caja de Ingenieros. Si te hemos despertado las ganas de reconectar con la naturaleza, te animamos a experimentar su poder en tu cuerpo con un baño de bosque. Estarás cuidando de ti y de ellos.