¿Es posible una recuperación económica en el segundo semestre de 2020?
Las perspectivas económicas y financieras para España, Europa y el mundo en general, se han visto drásticamente impactadas por la crisis de la COVID-19 y las necesarias medidas de contención adoptadas por los países. Los expertos de Caja de Ingenieros, cooperativa de crédito y servicios financieros y aseguradores, han preparado un informe que se centra en las consecuencias para la economía y los mercados financieros en general, independientemente del fuerte impacto sanitario y social.
El Fondo Monetario Internacional recientemente consideró la crisis COVID-19 como “la peor crisis económica desde la Gran Depresión de 1929”. Y es que el cierre parcial de la mayor parte de las economías mundiales, de forma simultánea durante varios meses, ha generado un shock temporal para la economía, afectando tanto a la demanda como a la oferta. Este impacto temporal ha generado una fuerte desaceleración económica a nivel mundial, superior a la crisis de los años posteriores al ataque al World Trade Center, la quiebra de Lehman Brothers o incluso la Segunda Guerra Mundial.
El confinamiento, la desaceleración económica y la incertidumbre están causando un gran impacto en los sectores más vinculados con el ciclo económico, siendo las industrias relacionadas con el turismo y la restauración las más perjudicadas al estar en el ojo del huracán. Los expertos de Caja de Ingenieros destacan que en las economías con un elevado peso del PIB dependiente de estos sectores, como es el caso particular de la economía española, puede producirse un deterioro significativo del tejido empresarial, con consecuencias negativas para el empleo y para la demanda interna y, en definitiva, para las perspectivas de crecimiento económico a medio y largo plazo. Además, el sector privado podría adoptar una actitud excesivamente cautelosa (incremento de ahorro) y causar una reducción en el consumo e inversiones empresariales.
A pesar de la fragilidad de la situación actual, las expectativas apuntan a una recuperación gradual de la economía mundial a partir del segundo semestre de 2020, aunque la velocidad de la misma dependerá principalmente de dos factores: por un lado, de la evolución de segundas olas de la COVID-19 y de las medidas adoptadas por los países para su contención; por otro lado, del grado de homogeneidad en la recuperación entre países, cuyas diferentes velocidades podrían impedir una recuperación económica al unísono.
A diferencia de anteriores crisis, la actuación de los bancos centrales y gobiernos para mitigar el impacto del coronavirus en la economía ha sido rápida y contundente. Por un lado, el Banco Central Europeo, que anunció un programa de compra de activos por importes superiores al equivalente del 10% del PIB europeo y, por otro lado, la Reserva Federal, que combinó herramientas de gestión monetaria tradicionales (como la reducción de los tipos de interés de referencia) con el uso de medidas heterodoxas, tal es el caso del anuncio del compromiso de compra de activos en cantidades ilimitadas. Todas estas medidas permitieron ofrecer un balón de oxígeno y evitaron el colapso económico.
A ellos se unió la determinante reacción de muchos gobiernos a través del incremento del gasto público y del apoyo financiero al sector privado. Se espera que esta tendencia continúe en el futuro, aunque con menor intensidad, ya que muchos países habrán registrado un fuerte incremento de la deuda pública. Pero dado los límites de la política monetaria, con tipos de interés en el 0%, el impulso fiscal continuará siendo importante para la reconstrucción económica.
Desde una perspectiva económica, Caja de Ingenieros prevé una histórica desaceleración de la economía mundial por los efectos de la COVID-19, con una caída del PIB del 4,9 %. De cara a 2021 se espera una fuerte recuperación para la mayoría de países, aunque la clave radicará en la divergencia entre ellos. En cuanto a las economías desarrolladas, la Entidad espera una caída del PIB del 8 % y una recuperación en 2021 en función de la evolución de la COVID-19 y del impacto de las medidas fiscales y monetarias. Para las economías emergentes se prevé un menor impacto económico en los países asiáticos y debilidad en los países latinoamericanos y, en general, cierto riesgo de deflación a corto plazo, aunque sin destacar riesgos inflacionistas a medio plazo.
Desde una perspectiva financiera, en cuanto a la deuda pública, se espera una gradual recuperación de los rendimientos desde un punto de partida de mínimos históricos. Esto se debe a la estimación de una recuperación parcial del crecimiento mundial a partir del segundo semestre y al fuerte incremento del endeudamiento resultante de las políticas fiscales expansivas. A nivel de deuda corporativa se espera cierta estabilidad en los diferenciales con grado de inversión debido al apoyo del programa de compra del BCE y al entorno generalizado de búsqueda de rentabilidad. Por último, se espera que los activos de renta variable continúen recuperándose paulatinamente, si bien los episodios de volatilidad seguirán apareciendo con frecuencia en función de la evolución de la pandemia.
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