Si bien en un inicio su impacto se ceñía principalmente a China, el número de infecciones a nivel mundial se está acelerando por lo que el impacto económico en términos de PIB mundial será previsiblemente más significativo de lo inicialmente estimado y dependerá de la duración en la contención del mismo. Aunque todavía es prematuro, no descartamos que ciertos países atraviesen por una recesión técnica derivada de la menor actividad esperada del comercio mundial para este año.

Hasta la fecha no se ha logrado desarrollar una vacuna efectiva para el tratamiento del virus, aunque se sigue avanzando en su desarrollo, siendo los grandes laboratorios norteamericanos los que parecen más cercanos a su descubrimiento. En contraposición a la expansión de la epidemia, en China los esfuerzos titánicos en materia de contención, que están llevando a cabo desde hace semanas, se ha traducido en una estabilización del número diario de nuevos casos diagnosticados.

En este contexto, con toda probabilidad los bancos centrales continuarán apoyando el correcto funcionamiento de los mercados en el corto plazo a base de inyecciones periódicas de liquidez en el sistema y/o otras medidas de carácter heterodoxo. En este sentido, el PBOC ha anunciado varias medidas de expansión monetaria, como por ejemplo la reducción del ratio de reserva o la inyección directa de liquidez en mercado, así como la limitación de operaciones de venta en corto sobre acciones chinas. Adicionalmente, la probabilidad de nuevos recortes en los tipos de interés por parte de la Reserva Federal se ha incrementado sustancialmente.

Tras un fuerte inicio de año, los activos de riesgo han empezado a ceder de forma abrupta deshaciendo los avances iniciales, siendo aquellos con mayor vínculo cíclico como el petróleo o las materias primas industriales los más damnificados.

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