¿Por qué las bolsas se están recuperando antes que la economía?
La mayoría de los datos económicos de este verano han tenido una tendencia claramente negativa debido a los efectos de la pandemia derivada del coronavirus y en la Eurozona, los bancos centrales destacan la elevada incertidumbre respecto a la recuperación económica en esta segunda parte del año. A pesar de estas preocupantes noticias, la evolución de los mercados financieros, y sobre todo de la renta variable, contrasta con las noticias negativas sobre la economía y el aumento de contagios por COVID-19 en Europa.
¿Cómo es posible esta fuerte recuperación de las bolsas sin que la pandemia esté bajo control o la economía se haya recuperado? Bas Fransen, Director de Mercados de Capitales de Caja de Ingenieros, explica las cuatro claves para entender esta desconexión de las bolsas con la crisis económica mundial:
En primer lugar, en los mercados de renta variable, la valoración del precio de las acciones a medio y largo plazo recoge la estimación de crecimiento futuro de los resultados de la empresa. Dichos resultados dependen de las cifras de ventas de la compañía, pero también de la capacidad de ésta de reducir costes, de mejorar la eficiencia o de la implementación de nuevos planes de inversión. Es decir, las empresas bien gestionadas que muestran flexibilidad operativa serán capaces de mantener su rentabilidad incluso en escenarios negativos para su negocio.
Tal y como declaró recientemente el economista estadounidense Premio Nobel, Paul Krugman, que analizó esta cuestión en el New York Times, “la bolsa no es la economía”. Ahora, más que nunca, se observa que muchas empresas continúan ofreciendo buenos resultados a pesar de la crisis económica, como por ejemplo las que pertenecen al sector tecnológico, que en algunos casos han visto incrementar sus beneficios gracias a los efectos de la pandemia.
En segundo lugar, es necesario tener en cuenta que los mercados financieros evolucionan en función de las expectativas. Son las estimaciones de los beneficios futuros los que importan, no los del trimestre actual. Por esta razón, es lógico pensar que muchos inversores ya anticipan un mejor escenario en cuanto al control de la pandemia, las condiciones económicas o ambas a la vez. La OMS calcula que la aprobación de una vacuna está cerca y estima una fecha límite de dos años para el control del coronavirus. Además, los economistas del FMI, de la OECD y del BCE confirman la recuperación de la economía en próximos trimestres. Por tanto, el shock económico causado por la COVID-19 es temporal.
La respuesta a esta crisis económica por parte de los gobiernos y de los bancos centrales es el tercer factor a tener en cuenta. Todos ellos han tomado medidas económicas, fiscales y monetarias sin precedentes. Según el FMI, el incremento del gasto público a nivel global es superior al 10% del PIB. Muchos países han anunciado programas de avales públicos, líneas de financiación o ERTEs de tamaños de hasta el 30% del PIB y, la Unión Europea aprobó Next Generation EU, el Fondo de Recuperación Económica, financiado con emisión de deuda europea, por importe de 750.000 millones de Euros.
Además, los bancos centrales han bajado sus tipos de interés a 0% y han anunciado inyecciones de liquidez y programas de compra de activos de deuda pública y renta fija corporativa por importes históricos. Está previsto que el BCE adquiera, entre lo que queda de 2020 y 2021, aproximadamente el 80% de la nueva emisión de deuda de todos los estados de la eurozona. Planes como este están causando caídas de los tipos de interés en los mercados de deuda.
Esa caída de los tipos de interés hasta niveles, en muchos casos, negativos, es el cuarto factor que explica la evolución de las bolsas de los últimos meses. Muchos inversores están invirtiendo en acciones porque no encuentran alternativas de inversión. Esto se debe, entre otros factores, a que, para los grandes inversores institucionales, la principal alternativa a invertir en acciones es comprar deuda pública, pero con ello obtienen muy poca rentabilidad, de modo que comprar acciones de empresas que siguen siendo rentables a pesar de la recesión provocada por la COVID-19 y que, además, pueden pagar un dividendo, parece bastante razonable.
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